Las escuelas están en muy malas condiciones. No tienen baños, agua potable, calefacción ni lugar para los docentes .No cobran por zona desfavorable y urge la visita de capacitadores, funcionarios, gremialistas o de los supervisores.
El solo hecho de llegar al Valle del Silencio ya es una aventura. Situado a 500 km de la capital provincial, es necesario transitar por Jujuy, sobre la ruta nacional 9, para llegar a La Quiaca y luego recorrer unos 100 km rumbo al este, primero por la ruta provincial 5, para luego finalizar maniobrando por un camino vecinal en la parte más al norte del mapa.
El Valle del Silencio es un lugar donde los imposibles no existen, donde la gente del lugar logró dominar lo áspero de la montaña, asentarse allí y domar las crudas condiciones naturales. Allí, en el fondo del abismo, hay tres escuelas donde trabajan docentes que en su mayoría no son originarios del lugar y que asisten a unos 400 niños
El 25 de Mayo de 2011 recorrimos las escuelas del Valle del Silencio, un lugar donde no hay energía eléctrica, agua potable ni sistema cloacal. En ese acontecer laboral hallamos la verdadera vocación del ser humano por realizar la noble tarea de enseñar, de develar conocimientos y actitudes para niños que están aislados del mundo.
Ruralidad
En la cima del valle se encuentran las escuelas del Abra de Santa Cruz, la de Santa María y la de Santa Cruz, tres parajes en donde la vida gira en torno de estas instituciones.
La escuela en contexto rural se agiganta y se convierte no solo en el centro del saber, sino también en el lugar donde convergen la socialización, el juego y las decisiones de la comunidad.
Lo que caracteriza a estas unidades educativas es que sus docentes no son nativos del lugar. Llegan maestros de Salta capital, del norte jujeño, del departamento Orán o del Valle de Lerma.
La mayoría son jóvenes que arriban por necesidad de trabajar y que, cuando caen en la realidad, o se vuelven antes de que termine el año o se quedan para “remarla” por años.
Sucede que son parajes donde están aislados del mundo por la falta de comunicación, el sistema de salud es casi inexistente y los servicios mínimos del Estado son deficientes.
En ese contexto, los edificios de las escuelas sufren la misma realidad. Los techos de chapas no aíslan el frío y algunos hasta presentan fisuras, haciendo padecer a sus ocupantes la rigurosidad de la montaña. Los baños son letrinas de pozo ciego que los docentes comparten con los niños.
En el caso de la escuela de Abra de Santa Cruz, hay una pared partida que hasta dividió en dos el pizarrón y que pone en peligro la seguridad de los niños.
En el caso de la de Santa María, era una casa de adobe que funcionaba como un anexo de la escuela de Santa Cruz. Fue creciendo en matrícula y le fueron sumando aulas construidas deficientemente con adobe; le consiguieron pupitres que otros descartaban y armaron una protobiblioteca con lo poco que mandaba el Estado y con donaciones
Llegar no es nada. Salir es la odisea. En temporada de lluvias nadie sale ni entra. Lo que pasa es que el camino, en varios tramos, es el mismo río y para el que estuvo alguna vez en la montaña sabe que el volcán es el temor más grande de niños y adultos. Y para el que nunca estuvo, debe saber que cuando el río suena es porque piedras trae, y que cuando se calma, no deja ni rastros de la huella que llaman camino
Por este motivo, las escuelas adoptaron un calendario regional y hacen terminar las clases en noviembre, antes de las lluvias, para que los docentes puedan salir y para que las familias puedan migrar para las cosechas.
Vocación
No debe haber estudio científico serio que explique el fenómeno de la vocación en los docentes del Valle del Silencio, pues tienen todo en contra y, sin embargo, siguen su lucha anónima y desigual.
Se quejan y piden la asistencia pedagógica de alguna capacitación que llegue al lugar. Aseguran que nunca vieron a nadie de la ADP que se haya acercado para ver sus condiciones laborales o al menos la supervisora de la zona.
Intentamos comunicarse con la supervisora de la zona, Alicia Abregú, y no logramos contactarla.
El sueldo
El Gobierno de Salta no les paga por zona desfavorable. Con un sueldo promedio de $ 2.800, que extraen de un cajero en La Quiaca, deben costear abusivos precios por transporte y alquileres, porque ninguna de las escuelas tiene alojamiento y hay un altísimo alto costo de vida.
Además, y por ese precio, el docente se vuelve padre, enfermero de medicina alternativa, mozo de tiempo completo, psicólogo y un eterno buscador de recursos para su escuela.
Estos docentes sonríen con resignación y cuentan anécdotas trágicas y cómicas.
Miran profundo y sueltan más de una lágrima cuando hablan sobre sus parejas y cuando recuerdan a sus hijos que no volverán a ver sino hasta dentro de meses.
Fuente diario el Tribuno de jujuy/Salta
Video tomado por docentes en Santa Victoria Oeste Salta Argentina:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Zg6rda3_Wxc
Asi estan esta escuelas y los docentes de Salta:
http://youtu.be/UVSJaQVH_Xc
http://youtu.be/AnxkQuNWpyU
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Zg6rda3_Wxc
Asi estan esta escuelas y los docentes de Salta:
http://youtu.be/UVSJaQVH_Xc
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